Un día invernal, comida y música internacional. No puedo ni hablar ya.
La comida engulle nuestros sentidos y nos deja mudos, nacidos de la sangre vertida sobre la nieve.
Espacios cosmopolitanos, emplazados por el piano, la trompeta y la nocturnidad.
Las velas no se apagan, y los frutos lucen vencen toda tempestad.
Se rompe la temporalidad y nos situamos ante animales despiezados, que fueron parte de otro tiempo.
El elixir de la vida no sera vertido sino hasta el nuevo despertar;
nuestro cáliz condenado por sus aguas estancadas, condenado a ser un valle para la mediocridad.
(Ricardo y Javier Dal'Ongaro, La gran comilona, Dal'Ongaro n 7, Gennaio 2013.)